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Acaba de empezar el mes de noviembre y parece que el otoño se ha decidido a llegar y lo ha hecho en toda su intensidad. Cada vez que doy un paseo por el campo la vista se viste de colores amarillos, rojizos, anaranjados… ¡qué maravilla!

Ayer, cuando saqué a pasear a Alai por el monte, cogí unas cuantas castañas. Pensé que no podía haber un mejor plan de otoño que asarlas en el horno, así que me puse a ello y os aseguro que quedan de fábula.

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Fruto de la castaña

Si tenéis posibilidad de conseguir unas castañas, os animo a prepararlas, ¡es muy fácil!
Lo primero que tenemos que hacer es cortarles un trocito a las castañas, así podremos ver si están buenas o no. Ni que decir tiene que, además, deben estar bien limpias.

Después, hay que precalentar el horno a 200 ºC mientras se hace un corte a cada castaña para que no estallen en el horno. El corte debe atravesar la piel exterior y la interior, pero apenas rozar el fruto. Hay que procurar no arrancar la piel, solo un pequeño corte para que no se hinche y estallen.

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A continuación, se colocan las castañas en la bandeja del horno (forrada con papel de hornear) sin que estén apiladas y se hornean durante ½ hora. Cuando pasen 15 minutos, con la ayuda de un guante o con una espátula, movemos las castañas, y las dejamos otros 15 minutos.
Una forma de comprobar que si las castañas están hechas es agarrando una con un guante de horno, si cede a la presión de la mano significa que ya están listas.

Si no las vamos a comer en el momento, las envolvemos en un trapo para que conserve más tiempo el calor.

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¡Qué gustazo poder comer unas castañas asadas caseras!!!

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Disfrutar del fin de semana 🙂

¡Ser felices!

De la huerta sabe mejor.

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Buenos días ¿Estáis contentos porque ya es viernes? ¡Yo sí  Este finde se presenta cargadito de planes que me gustan, así que voy a disfrutar como una enana!

Y aquí el post de hoy 🙂

Si nuestros antepasados pudieran ver este boom de la agricultura ecológica, se quedarían sorprendidos, ellos sembraban por necesidad y nosotros, que tenemos todas las facilidades del mundo para adquirirlas, nos da por cultivar nuestro propio huerto. Tener un huerto está de moda ya sea en la ciudad con los huertos urbanos o en el campo.

Como ya sabéis, vivo en un pueblo, así que junto a mi hermana decidimos continuar con el huerto que tenía mi amoña, por lo que nuestra afición es heredada. A mí desde siempre me gustó, es algo que siempre ha formado parte de nuestra cultura familiar.

Se trata de un huerto en el que cultivamos lo que nos gusta e intentamos disfrutar con ello. No prima la producción, sino el proceso en general y, sobre todo, la calidad. Nosotras sembramos todo el año aunque en invierno el huerto está bajo mínimos: puerros, brócoli, coles y alguna lechuga; al contrario que en verano, cuando tenemos una gran variedad de productos. Toda la huerta es regada a mano, con manguera.

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Nuestra huerta en Arribe

Nos os podéis imaginar la satisfacción que supone cultivar las propias hortalizas y verduras que te vas a comer, el hecho de recolectar una lechuga y unos tomates y poder prepararte una ensalada es algo que no tiene precio. La experiencia es muy gratificante. Y, además, es una actividad que se puede compartir con la familia y amigos. ¡Cuántas conversaciones y buenos momentos hemos pasado en la huerta!

En las fotos que os muestro más abajo podéis ver las últimas verduras y hortalizas que hemos recolectado: piparras, berenjenas, calabazas y pimientos verdes 🙂

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Pimientos

¿Sabías que los pimientos verdes son los pimientos rojos antes de madurar?

Pero… ¿por qué tener un huerto?

• Sabes lo que comes, porque lo has sembrado y cultivado tú, y sabes si está sulfatado, con qué, si ha tenido bichos, etc. Por no hablar del sabor, que no tiene nada que ver con lo que se compra en el super.

• Algo que se ha perdido hoy en día es saber las temporadas de las plantas, ya que en los supermercados encontramos de todo durante todo el año. Cultivando los productos de temporada nos aseguramos de que la calidad sea máxima y de que comemos las hortalizas en su punto de maduración óptimo.

• Siempre existirá algo para compartir con nuestros amigos, familiares o vecinos. Qué mejor que preparar una comida con lo que se ha recolectado…

• Y, por qué no decirlo, se ahorra dinero cosechando tus propios alimentos.

• Además de los beneficios anteriores, trabajar la huerta reduce el estrés. Se viven momentos tranquilos y silenciosos que te conectarán con la naturaleza y tendrán múltiples beneficios para tu salud.

• Con una huerta estamos trayendo biodiversidad al planeta y sumamos espacios verdes, fructíferos y saludables.

• Si podéis tener uno, ya sea en tierra o urbano (¡no valen excusas!) os animo de verdad. Tener una huerta propia es alimentarse sanamente.

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¿Acaso hace falta alguna razón más para montar tu propio huerto?

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Texto y fotos :Un paseo en bicicleta

Marrakech, la experiencia de alojarse en un Riad

La oferta de alojamientos turísticos en la ciudad de Marrakech es muy amplia. Desde hoteles, villas, apartamentos, hasta los típicos Riads. Nosotros tuvimos claro desde el principio que la mejor opción sería alojarnos en un Riad. Los pequeños Riads son ideales para quienes, como nosotros, quieren sentir la verdadera esencia de la ciudad (siempre hay tiempo de alojarse en un hotel convencional…).

Actualmente hay más de 500 Riads repartidos por toda la ciudad. Nosotros lo encontramos a través de tripdavisor, página que siempre solemos utilizar. En la elección nos guiamos por la puntuación y los consejos de viajeros y finalmente nos decidimos por Riad Slawi. Un detalle a tener en cuenta: si se prevé reservar una habitación hay que hacerlo con bastante antelación, ya que los Riads, al tener solo entre 5 y 6 habitaciones, suelen estar llenos, sobretodo en temporada alta (el verano europeo).

Podemos encontrar Riads por toda la ciudad, pero tienen especial interés los que están situados dentro de la Medina, el casco urbano antiguo de la ciudad.

Pero, ¿qué es un Riad? Los Riads son antiguos palacetes árabes. Todos ellos cuentan con un patio central en el interior, con alguna fuente, alrededor del cual se distribuyen las habitaciones (sobre 5-7) y suelen tener una azotea ajardinada donde pasar un rato muy agradable.

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 Os voy a contar mi experiencia en el Riad Slawi: Como ya os he comentado antes, la Medina es el casco antiguo de la ciudad, por lo que circular por sus calles es, a priori, un poco complicado. Por ello es muy importante gestionar el tema de transporte del aeropuerto al Riad desde casa. El taxi no puede acceder directamente al Riad por lo que te acercara hasta donde pueda y luego un mozo te llevará la maleta al Riad. Os aseguro que es un dinero muy bien invertido.

Al llegar al Riad lo que más sorprende es que desde fuera no verás nada: un muro alto, una puerta sin gracia, a veces en un callejón con mala pinta. Pero en cuanto se abre la puerta, descubres un acogedor lugar. Parece imposible que detrás del bullicio y caos de la Medina, nada más traspasar la puerta, encuentres un oasis de paz y relax, al mismo tiempo que un mundo lleno de opulencia, lujo y detalles. Adam, el dueño del hotel, nos recibió con un té verde y nos dio consejos muy útiles para movernos por la ciudad. Nos dio un plano y nos acompañó personalmente en el camino a la Plaza Jemaa el Fma.

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Respecto a la ubicación, está muy bien situado (a unos 10 minutos andando de la plaza de Jamaa el Fna) en un barrio autóctono, nada turístico que al principio te da un poco de inseguridad, pero en seguida te haces al ambiente. Nosotros no tuvimos ningún tipo de problema.

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El Riad Slawi tiene 4 habitaciones. Son alargadas, cómodas, un poco estrechas (al fin y al cabo, estás en una casa tradicional). Están decoradas en estilo tradicional marroquí y están muy bien amuebladas, además de equipadas, ya que disponen de nevera y caja fuerte.

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La decoración del baño es excepcional, una maravilla. También hay conexión inalámbrica a internet de forma gratuita. Es decir, que reúnen el encanto de las tradiciones con el confort y la modernidad.

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Algo que debéis de tener en cuenta si os alojáis dentro de la Medina es que aproximadamente a las 6 de la mañana llaman a la oración desde todas las mezquitas y es prácticamente imposible que no te despierte por muy profundo que tengas el sueño.

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Los desayunos se sirven en el patio. Para nosotros, el mejor momento del día. Zumo de naranja, café o té, yogur, mermelada, mantequilla, queso y un plato que varía cada día: una especie de crep tipo tortita, cuatro creps crujientes una sobre otra, unas torrijas un poco menos empapadas en leche que las nuestras, pero muy crujientes. Escuchar la llamada a la oración de los fieles y los pájaros mientras desayunas es un placer para los oídos.
Además, todo el personal del Riad Slawi es un encanto: atentos, amables y dispuestos a echarte una mano.
Sin duda os recomiendo la experiencia de alojarse en un Riad.

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¿Os apetece disfrutar de esta experiencia ?

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¡Jueves! ¡Síííí!!!

Ya no queda nada para que termine la semana. Por aquí empieza a refrescar un poco, pero brilla el sol, por lo que los días se hacen muy agradables.

Tenemos la obra de la casa muy avanzada, así que ha llegado la hora de ir pensando en el color de las paredes. Tengo mil ideas en la cabeza, sin embargo, antes de empezar a pintar, lo más importante es plantearse el estilo decorativo que va a predominar en la casa. Nosotros nos decantamos por una mezcla de estilos: el nórdico y el estilo vintage.

Por si tenéis alguna duda de en qué consisten exactamente estos estilos, ahí van algunas de las claves que los definen:

Claves del estilo nórdico:

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Claves del estilo vintage:

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  Éstas son algunas de las imágenes que voy recopilando y que espero que os inspiren tanto como a mí.

 Escritorio y muebles recuperados

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¡Y hasta aquí el post de hoy! Hasta la próxima semana 🙂

De la ciudad al campo.

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A pesar de pasar gran parte de mis veranos en mis dos pueblos no me imaginaba viviendo en uno de ellos . Yo que había presumido siempre de ser una urbanita y sentía que el silencio y la soledad de los pueblos no eran para mí. Y aquí estoy, paradojas del destino, viviendo en el norte.

Después de un año ya le he dicho a Jon: ahora que ya me he acostumbrado a vivir sin tiendas, sin movimiento en las calles, sin el bullicio del tráfico, a dormir sin ruidos. Ahora que disfruto como nadie de los paseos por el campo, de desayunar tranquilamente en el porche, del calor de la chimenea, de pasear con Alai,  ahora que me doy cuenta que no hay nada como comer hortalizas cuando las has visto crecer  , ahora que estamos haciendo nuestra casa. Ahora, digo, no me pienso ir de aquí.

Tras darle muchas vueltas, por fin pongo  en marcha el blog. En él, voy  a reunir todo lo que me gusta, decoración, viajes, recetas, la vida en el campo…

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